jueves, 29 de septiembre de 2016



                                             Muchacha en la ventana, de Salvador Dalí - Imagen tomada de la red.


Me acerco a ti, con el clamor de amanecer de una ventana
-que llega del garbeo perentorio por la noche pulida-,
envuelto en frío y atendiendo insomne una punción:
las perpetuas demandas de la esencia que urge…


¡Y no está la poesía!, sólo hay evocación sin argumento,
anales de caóticas miradas escapando entre ascuas,
remotos ecos de alguna voz oculta disfrazada de lágrima
-supina en los jadeos del alma misma ardiendo en su aire-,
sólo las sombras forman los tejidos de unos mínimos lienzos
y sobre el aire flotan: la nostalgia, la amargura, la pena…

¿Qué queda  allí que no esté muerto, tal vez semisepulto
o en abandono y colgado en un rincón, después de develado?

Lleva el verso, lector, al corazón y dale vida el mínimo segundo de tu verbo
para que se prolongue el eco, por tu sangre prendido a tu miocardio
allende el infinito, atrévete a sentir que te da un pulso ingrávido.

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