martes, 4 de octubre de 2016

Tulipán


                                               Imagen tomada de la red

 ¿Cómo pudo suceder? ¡No lo sé con certeza! Te expresé mi sentimiento como quien exhala para poder recibir aire nuevo y recuerdo bien que cerré los ojos para besarte, en un acto reflejo de quien ansía, con fervor, que sus deseos se cumplan; con la “fe de carbonero”, que ha afincado en mi cerebro la seguridad de que los anhelos se hacen realidad con el mero hecho de confesarlos, porque invariablemente he dado crédito a mis ilusiones, pese a que, casi siempre, terminaron traicionando mi confianza; pero llegará el día y aprenderé a decapitarlas para impedir que vuelvan a engañarme.
Aquella noche tú tenías la convicción absoluta de que estarías jugando a dilucidar y yo caí en tu celada; correspondiste a mis impulsos soltando el freno: ahí estaba tu sagacidad haciendo gala de conocimiento; como quien practica a diario, dominaste todas las curvas, te desmediste en las rectas y prolongaste el paso por meta hasta convertirlo en agonía; sólo allí tus muestras de satisfacción te delataron; era tal tu euforia que no lograste persuadirme; estabas más bien exultante y eso fue lo que precipitó la desgracia; bajo el chubasco nunca escuché que dijeras “yo también te amo”.
Mi pecado fue haber cedido tan pronto y sin mirar al fondo de tus ojos, donde la luz presentaba oscilaciones, producto de la seducción alevosa; tu ganaste una prueba, yo obtuve una experiencia que ahora me permite identificar a los seres ambivalentes, a los humanos monoicos, como tú, incapaces de confrontarse de cara al guardarropa, donde lo digno es engalanar la verdad asumiendo una condición sin ambages, porque lo que trasciende no es lo que somos, sino, cómo lo manifestamos.
Tulipán, nuestra común adicción a la mantecada dejó en evidencia tu dimorfismo sentimental y mi esencia afectiva; brindo desde el corazón porque encuentres el aire bajo el que puedas disfrutar, sin distrofias eróticas, del amor.

¡Adiós, flor de cultivo de un vergel sombrío!, para determinarte hay que correr el visillo con que ‘adornas’ tu ventana.

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