UMO DAGO ARDE
-homenaje prestado-
A: Eduardo Moga
Un
sudor blanco ha encendido la piel donde se resquebrajaban las horas,
Me
obliga a compartir cuerpos que no comparto, cuyo fin es revelarme
Omóplatos,
donde vertiginosos peces, inacabados todavía, ignoran el fluir de los sudarios.
Designa
los sonidos, los piensa con paciencia de miel, con terquedad de proa,
Acercándose,
busca gargantas donde hurtarse a las ardientes lluvias, cimientos para el
puente que sólo han de pisar los vivos, los inermes,
Grana
en el ataúd invisible del cuerpo, con qué penumbra de asombrado meteoro, con
qué óptima quietud.
Ojos,
detenidos, son jazmines sin ímpetu, sólo un viento de huesos o las ígneas
mieses en cuyas simas se enamoran las águilas
Anclan
en los bajíos del aire y distribuyen su oro mustio como bisagras que unieran los ángulos dispersos del azul,
Recrudece
el agua pétrea que habita en lo
invisible, rumor de huesos ablandándose.
Digan
por qué nacieron, por qué jamás abandonan su sanguíneo misterio
Estoy
muerto? Esta cólera vacía que
recorre los túmulos del cuerpo ¿es el florecimiento
de las sombras?
Acotación: Este poema hace parte de lo que he llamado Acrósticos Anagramáticos debido a su constitución: las primeras letras de cada verso forman el acróstico y a la vez configuran el anagrama del nombre del poeta al que hago el homenaje. Digo 'homenaje prestado' porque los versos en su integridad están extraídos de diferentes poemas, todos exclusiva creación de dicho poeta.
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